lunes, 9 de enero de 2012

El joven prostituto

Una mujer que acabo de conocer me ofrece su cuerpo. Gratis. No es puta ni nada de eso, simplemente le gusta el sexo. Tiene 46 años, es morena y está delgada. No es demasiado guapa de cara, ni está bien conservada. Pero yo tengo 20 años y todo eso pasa a un segundo plano. No la conozco personalmente, todo esto ha sido chateando. Mi dirección se la dio una amiga suya, de su misma edad y que también quería follarme. Esto me plantea un serio dilema. Si acepto, ¿no me estaré convirtiendo en una especie de prostituto para mujeres mayores? Lo peor es que lo veo una buena idea hasta que termino de masturbarme. Una vez que me corro, lo veo una degeneración. Pero no sé si es porque realmente no quiero hacerlo o porque después de quedarme vacío y exhausto no me apetece pensar en sexo de ningún tipo. En fin, creo que en el fondo soy un cobarde, y por eso nunca voy a aparecer por su casa. La única manera que se me ocurre de ir es emborrachándome primero, y la verdad no me apetece nada. Prefiero masturbarme eternamente y manchar el escritorio de mi habitación y no ensuciar mi dignidad. O eso creo de momento...