martes, 28 de septiembre de 2010

Ella

Ella no era de este mundo.
O eso creía.
Nadie lograba ver más allá de su mirada;
llegar al fondo de su alma
era algo que todavía ninguna persona ni siquiera
se acercaba.

Ella se sentía diferente al resto del mundo.
Ella era diferente.
Veía a su alrededor, y nadie se le parecía;
la gente era superficial,
sus pensamientos eran banales, mientras que los suyos
tenían una trascendencia mística en ella misma.

Ella no se encontraba en su tierra.
Sabía que NO era su tierra.
La ciudad aquella no le inspiraba;
sus gentes, sus costumbres, eran extrañas para
lo que ella estaba acostumbrada.

Ella veía a la gente a través de sus ojos,
sus azules ojos.
Tan dolorosos como observar el fuego,
tan bellos como contemplar el ancho mar, tan frágiles
como una hoja de otoño que cae de su rama.

Ella era especial,
y él lo sabía.

martes, 21 de septiembre de 2010

Trueques.

Cambio los ríos llenos de truchas
por las alcantarillas llenas de ratas.
Cambio los árboles y su follaje,
por los edificios y sus aires acondicionados.
Cambio la bicicleta del abuelo,
por el todo-terreno más nuevo.
Cambio la libertad
por la esclavitud del trabajo y del dinero.

Parecen cambios injustos, diría alguien.
¿Porqué lo haces?, diría otro.
Vas a salir perdiendo, también se oiría.

Entonces, ¿por qué?
¿Por qué todos y cada uno de nosotros,
estamos haciendo cambios tan injustos?
¿Por qué preferimos el humo de un coche
a la niebla de lo alto de una montaña?
¿Por qué compramos cosas que no necesitamos
en lugar de disfrutar de aquello que la Tierra nos ha dado?

No nos damos cuenta,
y sin embargo, poco a poco,
perdemos la libertad, a pesar de que
algunos políticos luchan por ella.
“Luchan por ella”. En realidad,
luchan por llenarse las arcas de podrido dinero.
Mentirosos, zafios, corruptos.
Nadie parece libre actualmente.
Nadie es libre actualmente.

Hemos perdido la libertad,
y con ella, la esperanza,
la ilusión, la curiosidad por el mundo.
Lo peor de todo, es que nadie nos la ha robado,
si no que el propio ser humano,
la ha desechado como si fuese basura.
Como si fuese algo tan prescindible
que luchar por ella no mereciese la pena.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La belleza de la guerra

El soldado no lograba entender nada.
Le dijeron que lo que hacía era por la paz,
que así, aún a pesar del dolor de sus semejantes
se conseguiría un mundo más bello.

Después de unos meses y varios amigos muertos,
empezó a entender las palabras de sus superiores.
Niños huérfanos, cartillas de racionamiento,milicianos muertos.
Eso es lo que mucha gente llama belleza.

La belleza de los vencedores en la guerra parece clara,
muchos fallecen, ellos continúan sus vidas.
Unas vidas preciosas, en las que no hay dolor,
en las que la opulencia rige el corazón del vencedor.

El soldado era un vencedor, pero no era feliz.
Recordaba las caras de aquellos a los que había matado,
y ni las medallas ni los honores parecían calmarlo.
Se dio cuenta al fin de la subjetividad de la belleza.

Magnates y peces gordos reían en las cenas.
Los prisioneros de guerra morían a diario
de hambre, de frío, de tristeza.
Y el soldado desfallecía con ellos.

Años después el soldado estaba al borde de la muerte,
sin un centavo, se encontraba en la miseria.
Él, que había luchado por la belleza del mundo,
Jamás encontró ésta por ninguna parte.

Le intentaron engañar, decía siempre,
no hagáis caso a la televisión
gritaba a menudo desde el balcón.
La belleza no se encuentra en ninguna guerra.

La gente no le oía, pues después de la lucha
los vencedores compraron infinidad de artículos
inútiles, pero su ruido
ahogaba los gritos del soldado.

Al final el soldado murió, y el Estado organizó un gran funeral.
En él se decía: -Este hombré lucho por la patria,
es un héroe, rindan homenaje-.
El soldado dejó este mundo sin hallar la belleza.
Y eso fue algo que nunca se perdonaría.