lunes, 18 de octubre de 2010

Prosa.

Se enamoró de si misma. Verse en el espejo cada mañana era como ver a un ángel. Se levantaba, y se iba directa al baño. A contemplar su cara recién levantada. Le encantaba. Era un soplo de aire fresco en un mundo con el aire tan viciado que no se podía ni respirar. Sin embargo, ella lo hacía. Era extraña, atípica quizás. Todos eran hormigas en la ciudad, ella se salía de la jerarquización en la que estaba todo el mundo metido. Era la oveja que no iba con el rebaño. Dirección prohibida. Veta Privada. Prohibido el paso. Esos carteles no los lograba entender. La palabra prohibido, tan usada, no existía en su vocabulario. Intentaron enseñársela, sin éxito. No conocía a nadie como ella. Hasta que un día chocó con él. Lo normal, habría sido pedir perdón y seguir su camino, pues nadie tiene tiempo ya para charlar con desconocidos. No es recomendable hablar con gente de la que no se sepa nada. Puede ser un violador, un asesino, un pederasta, un político. No hay que fiarse. Sin embargo, él empezó a hablar. Ella le oía, pero no le escuchaba. Nadie le había hablado tan rápido ni le habían hecho sentir tan extraña. No sabía su nombre, pero no le importaba. Él estaba hecho para ella, o al menos, eso pensaba. Lástima que él no fuese de esa ciudad, ni siquiera de ese país. Ella pensó, un turista. Él le confirmó, un vagamundo. Lo había dejado todo en su país para conocer la belleza. Y desde aquel día él había sido feliz, y se había sentido por primera vez verdaderamente libre. Conocía a mucha gente de un sólo día. No llevaba teléfono, ni tenía perfil en ninguna red social. Su red social era el mundo. Y allí si que tenía cientos de amigos. Y como vino, se fue. Él desapareció de la vida de ella. Apenas diez minutos de monólogo en el que ella no logró articular palabra. Asi que él pensó que ella era otra hormiga más. Otra oveja. Otra persona encargada de prohibir y fiel a las prohibiciones. Se fue, y ella se quedó quieta, viendo como se marchaba. Al final, desapareció de su vista, y ella no lograba entender sus sentimientos. Una lágrima corría por su mejilla. Una sonrisa se dibujaba en su cara.

1 comentario:

  1. "Lo normal, habría sido pedir perdón y seguir su camino."
    Me ha pasado alguna vez, pero él no era vagabundo ni yo lloré al verle marchar...aunque conozco la sensación que te lleva a marcar una sonrisa en tu cara.
    Extrañamente, me siento identificada.

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