martes, 21 de septiembre de 2010

Trueques.

Cambio los ríos llenos de truchas
por las alcantarillas llenas de ratas.
Cambio los árboles y su follaje,
por los edificios y sus aires acondicionados.
Cambio la bicicleta del abuelo,
por el todo-terreno más nuevo.
Cambio la libertad
por la esclavitud del trabajo y del dinero.

Parecen cambios injustos, diría alguien.
¿Porqué lo haces?, diría otro.
Vas a salir perdiendo, también se oiría.

Entonces, ¿por qué?
¿Por qué todos y cada uno de nosotros,
estamos haciendo cambios tan injustos?
¿Por qué preferimos el humo de un coche
a la niebla de lo alto de una montaña?
¿Por qué compramos cosas que no necesitamos
en lugar de disfrutar de aquello que la Tierra nos ha dado?

No nos damos cuenta,
y sin embargo, poco a poco,
perdemos la libertad, a pesar de que
algunos políticos luchan por ella.
“Luchan por ella”. En realidad,
luchan por llenarse las arcas de podrido dinero.
Mentirosos, zafios, corruptos.
Nadie parece libre actualmente.
Nadie es libre actualmente.

Hemos perdido la libertad,
y con ella, la esperanza,
la ilusión, la curiosidad por el mundo.
Lo peor de todo, es que nadie nos la ha robado,
si no que el propio ser humano,
la ha desechado como si fuese basura.
Como si fuese algo tan prescindible
que luchar por ella no mereciese la pena.

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