sábado, 18 de septiembre de 2010

La belleza de la guerra

El soldado no lograba entender nada.
Le dijeron que lo que hacía era por la paz,
que así, aún a pesar del dolor de sus semejantes
se conseguiría un mundo más bello.

Después de unos meses y varios amigos muertos,
empezó a entender las palabras de sus superiores.
Niños huérfanos, cartillas de racionamiento,milicianos muertos.
Eso es lo que mucha gente llama belleza.

La belleza de los vencedores en la guerra parece clara,
muchos fallecen, ellos continúan sus vidas.
Unas vidas preciosas, en las que no hay dolor,
en las que la opulencia rige el corazón del vencedor.

El soldado era un vencedor, pero no era feliz.
Recordaba las caras de aquellos a los que había matado,
y ni las medallas ni los honores parecían calmarlo.
Se dio cuenta al fin de la subjetividad de la belleza.

Magnates y peces gordos reían en las cenas.
Los prisioneros de guerra morían a diario
de hambre, de frío, de tristeza.
Y el soldado desfallecía con ellos.

Años después el soldado estaba al borde de la muerte,
sin un centavo, se encontraba en la miseria.
Él, que había luchado por la belleza del mundo,
Jamás encontró ésta por ninguna parte.

Le intentaron engañar, decía siempre,
no hagáis caso a la televisión
gritaba a menudo desde el balcón.
La belleza no se encuentra en ninguna guerra.

La gente no le oía, pues después de la lucha
los vencedores compraron infinidad de artículos
inútiles, pero su ruido
ahogaba los gritos del soldado.

Al final el soldado murió, y el Estado organizó un gran funeral.
En él se decía: -Este hombré lucho por la patria,
es un héroe, rindan homenaje-.
El soldado dejó este mundo sin hallar la belleza.
Y eso fue algo que nunca se perdonaría.

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